ORDEN CRONOLÓGICO
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*Aunque Mateo debería ir entre Judas y Hebreos, se ha situado en primer lugar porque el evangelio que los gentiles habían recibido de boca de los apóstoles fue desde la perspectiva judía. FUENTE: Thompson
Leer el Nuevo Testamento para comprenderlo
Leer para comprender
La capacidad de comunicarse por medio de palabras habladas y oídas, escritas y leídas, establece una diferencia fundamental entre el hombre y los animales. A menos que padezcan de algún impedimento por nacimiento o por enfermedad, las personas viven con comunicación oral y escrita unas a otras, y – lo que es mucho más importante aún – están en condiciones de comunicarse con su creador. Oraciones, confesiones de fe y cantos de alabanza conforman las vías de comunicación usuales de los seres humano con Dios, como respuestas a la comunicación de Dios con sus criaturas.
Si bien algunas personas, como Abraham y Moisés, recibieron mensajes orales de parte de Dios, desde la era apostólica los cristianos vienen dependiendo de su comunicación escrita: las Escrituras. Hoy día, la palabra escrita es la forma como Dios se manifiesta a los que son su pueblo. Para conocer la voluntad de Dios, y los planes que él tiene para con sus seguidores, la lectura de las Escrituras es de vital importancia.
TRES TIPOS DE LECTURA
Sin embargo, leer las Escrituras es algo que resulta más fácil de decir que hacer, dado que hay básicamente tres tipos distintos de lectura. Las más de las veces 1) leemos para informarnos, como ocurre cuando leemos los diarios, o libros de texto, o la correspondencia comercial. En momentos de ocio posiblemente busquemos desactivar tensiones leyendo novelas, dramas o tiras humorísticas 2) puro placer. La gran mayoría del material que leemos pertenece a una de estas dos categorías.
Pero existe también un tercer tipo de lectura: leer para comprender. Un par de años atrás, el Dr. Mortimer J Adler, profesor de filosofía de la Universidad de Chicago, publico una obra titulada “How to Read a Book” (Cómo leer un libro), en la que expresa la opinión de que sólo unas pocas personas han probado alguna vez este tipo de lectura. Es la manera de leer que emplea él, como filósofo profesional, el estudiar los escritos de Platón y Aristóteles. Papel y lápiz en mano, se detiene después de haber leído unas cuantas páginas, y hace unas notas a modo de resumen del material que acaba de leer, seguidas de una critica de su acuerdo o desacuerdo con el autor, y las razones en que se funda su opinión.
Leer para comprender es, según el Dr. Adler, un procedimiento trabajoso, y al mismo tiempo una empresa llena de desafíos. Después de dos o tres horas dedicadas a ese tipo de lectura, él se siente mentalmente agotado. Admite también que empleando este método, sólo alcanza a leer cuatro o cinco volúmenes al año. No puede sorprendernos, pues, que sean muy pocas las personas que practican con éxito el leer para comprender.
En la mayoría de los casos, donde la gente más se acerca a la lectura “compresiva” es cuando leen cartas de amor. Ahí es donde leen “entre líneas”, asimilando tanto lo que está escrito como lo que no está escrito, y tratando de detectar aun el más leve indicio de los sentimientos y las emociones del escritor o la escritora. Para citar al Dr. Adler:
Cuando están enamorados
y leen una carta de amor,
le leen por todo lo que vale.
Leen cada palabra tres veces;
leen entre líneas y en los márgenes;
leen el todo en términos de sus partes,
cada parte en términos del todo.
Desarrollan una fina sensibilidad
para contextos y ambigüedades,
para insinuaciones e implicaciones.
Perciben el color de las palabras,
el olor de las frases,
el peso de las afirmaciones.
Incluso toman en cuenta los signos de puntación.
Es entonces que realmente leen,
Como quizás nunca lo han hecho antes
ni lo harán después.
Leer el Nuevo Testamento para comprenderlo es un cometido desafiante, pero también gratificante. No cabe ninguna duda: el entrar en contacto con la comunicación escrita que Dios dirige a los cristianos, nos brinda información y placer. Pero leer para comprender es mucho más beneficioso, y también mucho más dificultoso. Quien quiera aplicar los principios de la lectura compresiva a los documentos del Nuevo testamento, deberá tener en mente unas cuantas preguntas básicas:
1. El Autor: ¿Aparece su nombre en el texto mismo (como suele ser el caso con las epístolas) o solamente en el titulo (como en los evangelios)? ¿Hay algún indicio en cuanto a su nacionalidad, educación, profesión o situación?
2. El destinatario (o los destinatarios): ¿Hay alguna alusión respecto del tipo de persona o personas a quienes iba dirigido originalmente el escrito en cuestión? ¿Cuáles fueron su nacionalidad, su condición como creyentes, sus problemas, sus defectos y virtudes?
3. La relación entre el autor y destinatario (s): ¿Tenía el autor un conocimiento personal de los destinatarios, y en caso afirmativo, en virtud de que?
4. La ocasión y el propósito: ¿Con qué propósito se dirigió el escritor a esta gente en este momento? ¿Qué problemas u ocasiones fueron las que motivaron la composición de este documento?
Estas cuatro preguntas básicas son primordiales para quien intente leer un libro del Nuevo Testamento con miras a comprenderlo. Hay además otras cuatro preguntas básicas que pueden resultar provechosas y que merecen la atención del que estudia los documentos del Nuevo Testamento:
5. Fecha y lugar: ¿Hay algún dato que permita conocer el tiempo y el lugar de la composición, en los albores de la historia del cristianismo, o pasados ya unos cuantos años de la caída de Jerusalén (AD. 70) o después?
6. Autenticidad: ¿Existe alguna información en el libro mismo que arroje luz sobre la identidad del escritor cuyo nombre nos llegó por la tradición o que aparece en el documento?
7. Integridad: ¿Qué dicen las autoridades en materia de texto en cuanto a la unidad del documento? ¿Hay algunas secciones que parecen no pertenecer al escrito original?
8. Bosquejo: ¿Cómo se adaptan las diferentes secciones y los temas de cada libro a una unidad orgánica?
Ejemplos
Uno o dos ejemplos bastarán para ilustrar qué se quiere decir con leer para comprender.
A primera vista, los 17 versículos iniciales de Mateo no parecen ser más que una árida genealogía. Pero mediante una “lectura compresiva” (o sea, si nos empeñamos en detectar rastros) hallaremos datos valiosos relativos a los destinatarios, un aspecto del mensaje de Mateo, y una característica del autor.
La genealogía de Jesús, Mateo la hace remontar hasta Abraham (no hasta Adán como en el Evangelio según San Lucas), y le asigna a David un lugar destacado en el primer versículo. ¿Qué podemos desprender de ello con respecto a la nacionalidad de los destinatarios? Que muy probablemente eran cristianos de origen judío. Además, en los versículos 3 a 6, Mateo registra los nombres de algunas mujeres, incluyendo mujeres de extracción no israelita, y lo que es más, varias de bastante mala reputación. ¿No será que la presencia de estos nombres en la genealogía de Jesús indica que Mateo tiene un especial interés en subrayar que la gracia de Dios se entiende a todas las naciones y a toda clase de personas? Parece ser una conclusión bastante lógica. Finalmente, llama nuestra atención el hecho de que en el versículo 17, el autor divide los nombres en tres grupos de 14 miembros cada uno. ¿Qué nos dice este arreglo tan bien ordenado en cuanto el autor? ¿No es un rasgo coincidente con lo que cabe esperar de un recaudador de impuestos, una persona acostumbrada a llevar registros exactos?
Y de esta manera, leyendo para comprender, lo que al parecer es una fría enumeración de personas se nos convierte en una seria de datos útiles concerniente al autor, los destinatarios, y el mensaje del primer evangelio.
Como otro ejemplo de lectura comprensiva puede servirnos un pasaje del capitulo segundo (2:13-23). Como único de entre los evangelistas acontecimientos:
- José llevó a Jesús a Egipto (2:13)
- Jesús permaneció por un tiempo en Egipto (2:14-15)
- Herodes mandó a matar a los niños de sexo masculino (2:16)
- Jesús fue salvado del peligro (2:13-15)
- Jesús volvió de Egipto (2:19-23)
Si traemos a la memoria el relato del éxodo de los hijos de Israel, notaremos que ellos les sucedieron eventos paralelos. También ellos fueron llevados a Egipto por José, permanecieron allí, vieron a sus niños varones muertos por orden del faraón, se enteraron de que el niño Moisés había sido salvado, y finalmente huyeron a Egipto.
¿Qué significa este paralelismo? Una lectura compresiva hace de estos vehículos de Mateo más que un simple incidente en la vida de Jesús niño. Reviste un interés particular por cuanto ningún otro evangelista hace mención de estos hechos. Esto nos hace pensar en que Mateo presenta a Jesús a sus lectores judeocristianos como el conductor de un nuevo Israel, la iglesia cristiana, así como Moisés fue el conductor del Israel de antaño.
Así, mediante la lectura compresiva, las Escrituras cobran vida, y su mensaje brilla con colores más nítidos.
(Introducción al Nuevo Testamento. Por Robert G Hoerber. P 5- 9)
Fuente: http://www.indubiblia.com/
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